My sweet dreams
domingo, 31 de julio de 2011
TU VOZ!
CUANDO ESCUCHO TU VOZ, TE SIENTO TAN CERCA, QUE NO ME HACE FALTA UN ABRAZO PARA SENTIR QUE ME QUIERES, QUIERO QUE ESTE SENTIMIENTO QUE ESTA CRECIENDO CREZCA CADA DÍA MAS, QUIERO UN BESO Y UNA FLOR DE TU PARTE, DE LA MÍA RECIBIRÁS UN AMOR QUE TENGO PARA ENTREGARTE.
domingo, 1 de mayo de 2011
Dos cofres de la felicidad
Quisieras saber cuales son los cofres de la felicidad no te preocupes están a tu lado; Son tu Mente y tu Corazón, y el secreto es una serie de pasos que debes seguir cada día y veras que seras mejor persona y feliz.
- Primeramente tienes que saber que existe Dios en todas las cosas y, por tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienen y por las que te pasan.
- Segundo, es que debes quererte a ti mismo y todos los días al levantarte y al acostarte debes afirmar yo soy importante, yo soy capas, yo valgo, yo soy inteligente, yo soy cariñoso, espero mucho de mi.
- Tercero, Debes poner en practica lo que dices, si piensas que eres inteligente, actual inteligentemente.
- Cuarto, no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, cada cual alcanza su meta, has la tuya.
- Quinto, no debes albergar en tu corazón rencor a nadie, ese sentimiento no dejara que seas feliz, deja que Dios sea el que haga justicia.
- Sexto, no tomes las cosas que no te pertenecen, escucha el que quita algo hoy mañana te quitaran algo mas valioso.
- Séptimo, no maltrates a nadie, trata como quieren que te traten a ti.
- Octavo y ultimo siempre levántate con una Sonrisa en los labios observa tu alrededor, cualquiera puede una mañana necesitar tu sonrisa y un Buenos Días, y ofrece el secreto de como vivir mejor.
Nuestras Limitaciones Nos hacen sufrir
Todos las personas perdemos el tiempo en quejarnos, por que de la vida, porque nos pasan cosas malas a nosotros, porque no tengo lo que quiero, por que el o ella si lo tienen, por que se les hace mas fácil la vida a las personas que tienen dificultades y nunca nos tomamos el tiempo en agradecerle a Dios por todo lo que nos brinda, por despertar cada mañana y saber que seguimos vivos, no damos gracias por las personas que se encuentran a nuestro lado, no decimos que amamos a nuestros seres queridos y cuando un día ellos ya no estén lloraremos en sus tumbas, ya para que quien dijo que los muertos escuchan o sienten.
Solo vivimos preocupados por el mañana sin darnos cuenta que no vivimos el presente, siempre miramos como hacerle mal alguien sabiendo que solo nuestra venganza nos hace cada día mas amargos, solo en nuestros corazones tenemos odio, rencor por una palabra que nos ofendió sin tomarnos el tiempo de pensar en cuantas ocasiones herimos a alguien con nuestras palabras, solo pensamos que tenemos el derecho de estar enojados pero no determinamos que por esa razón no debemos ofender a nadie.
Si eres alguna persona que tiene estas limitaciones comienza a cambiar y antes de todo dale gracias a Dios de que existes por que por la misericordia de el vives, comes, duermes, trabajas etc.
lunes, 25 de abril de 2011
Cuando los hOMbres se enferman
Antes de reírse entre dientes porque les pedimos ayuda para abrir un frasco; antes de criticarnos porque renegamos porque se nos rompió una uña; antes de ponerse de mal humor cuando nos mostramos muy sensibles y engreídas; y antes de llamarnos exageradas porque nos quejamos de un insoportable dolor de cabeza, ellos deberían tener un espejo al frente cuando se enferman para que puedan ver cómo se transforman.
Así sea un simple resfrío, para ellos es como si el Armagedón estuviera ocurriendo en su cuerpo. Les duele todo, no se pueden mover, un poco de calentura es un fiebrón de la patada, estornudan y se escucha como si alguien los estuviera degollando…
Es increíble cómo un poco de moco y flema los vuelve mancos y cojos, totalmente inútiles. Y si ellos no pueden mover ni un dedo, ¿quién los ayuda? Tú pues, quién más, tú y, obviamente, su mamá. Aquel hombre fuerte, autosuficiente e independiente ha sido derrotado por un virus; ahora es un ser vulnerable y ¡sumamente engreído!
Al principio lo conscientes, te rindes ante su voz lastimera y sus ojos de cachorrito en vitrina y aprovechas para demostrarle cuánto lo quieres: antes de ir a visitarlo paras en la pastelería y le llevas su postre favorito; cuando llegas a tu casa y te enteras que aún no ha comido, te ofreces cándidamente a prepararle su plato preferido, lo que sea que se le antoje; te quedas con él un viernes en el que todos tus amigos habían quedado en salir después de algún tiempo, todo para acompañarlo, para que no esté solito, y te echas a su costado a ver lo que él escoja: una pelea de box u otra de esas películas de sexo, drogas, carros y mafiosos. Todo esto y mucho más lo haces encantada, encantadísima, feliz de cuidar a tu gordito, porque pobrecito, ¡está enfermo!
Pero ¿qué pasa cuando ese resfrío de fin de semana se prolonga más, cuando ese ser indefenso se convierte en un monstruo tirano malhumorado, cuando ya no te pide ‘por favorcito’ que vayas a lavar su carro porque como él no lo está usando, está en la cochera acumulando tierra, sino que ahora te reclama a gritos que hayas olvidado pedir que lo enceren y que le echen silicona por dentro? Lo lógico: te colma la paciencia y te da ganas de mandarlo por un tubo, dejarlo solo en su cama convaleciente, con la esperanza –sí, siempre nosotras con la última esperanza- de que tu ausencia lo haga reflexionar y se dé cuenta de que enfermo y sin ti no es nadie.
Claro que no siempre es así. Hay veces en las que realmente está mal y no se trata de una tonta gripe; tampoco hay que menospreciar sus dolores y achaques. Cuando la situación es seria (supongamos que lo han tenido que operar por algo), claro que te preocupas y mucho, y estás ahí mordiéndote las uñas y haciendo tu mayor esfuerzo para no transmitirle tus temores.
Sin embargo, una vez que eso pasa, cuando ya está en casa, iniciando los varios días de descanso indicados por el médico, la situación cambia, ligeramente, pero cambia.
Los tres primeros días organizas lo que tienes que hacer (si es que no llegaste a cancelarlo todo) alrededor de él. Te la pasas todo el rato a su lado, pendiente de lo que necesita, preguntándole a cada hora cómo se siente, si tiene sed o hambre, si está cómodo, si tiene frío o calor… Estás a su total disposición, atenta a cualquier detalle.
Ya hacia el cuarto día, cuando a pesar de que ya no está adolorido, sigue actuando como si se le acabara de pasar el efecto de la anestesia, empiezas a hacerle menos caso. Claro, ni que fueras tonta, él está aprovechándose de la situación para acumular mimos y atenciones que le duren toda una vida. Y no es que a ti te fastidie engreírlo, pero todo en exceso aburre y, sobre todo en este caso, cansa.
Entonces, cuando de casualidad le rozas la zona operada y él grita, frunce el ceño, se molesta y te llama la atención, ya no te arrodillas pidiendo perdón una y otra vez y prometiendo que nunca más volverá a pasar. Ahora simplemente le dices “¡ay, sorry! No es para tanto, no seas una niña (aunque ni eso porque en estos casos las mujeres somos más fuertes)”, y sigues con lo tuyo como si nada hubiera pasado.
No es que seas una bruja, no. Es solo que tampoco vas a seguir tratándolo como un cristal cuando sabes que ya está bien. No vas a seguir llamándolo diez veces al día para preguntarle cómo va, si sabes que está en su casa pegado en alguna película o juego de PS2. No vas a poner en pausa tu vida durante los días que él tenga que reposar, porque no se trata de un enfermo terminal, sino de un accidentado en recuperación.
No es que sea egoísta, no. No estoy hablando de sacarlo momentáneamente de la figura como si fuera un estorbo, ni de aprovechar que no se puede mover para irte a juerguear con tus amigas. Tampoco, tampoco. Solo digo que hay que intentar mantener las cosas como antes, como siempre; teniendo un poco más de consideración, sí, pero sin llegar al punto de mal acostumbrarlo.
Recuerden que los hombres enfermos parecen niños y que, al igual que ellos, no hay que malcriarlos. A no ser que, bueno, tú quieras que la próxima vez que te dé una infección a la garganta o te dobles el tobillo, tu chico se quede velándote el sueño y pegado a tu cama como una planta oxigenándote (pero quitándole el aire a él).
Así sea un simple resfrío, para ellos es como si el Armagedón estuviera ocurriendo en su cuerpo. Les duele todo, no se pueden mover, un poco de calentura es un fiebrón de la patada, estornudan y se escucha como si alguien los estuviera degollando…
Es increíble cómo un poco de moco y flema los vuelve mancos y cojos, totalmente inútiles. Y si ellos no pueden mover ni un dedo, ¿quién los ayuda? Tú pues, quién más, tú y, obviamente, su mamá. Aquel hombre fuerte, autosuficiente e independiente ha sido derrotado por un virus; ahora es un ser vulnerable y ¡sumamente engreído!
Al principio lo conscientes, te rindes ante su voz lastimera y sus ojos de cachorrito en vitrina y aprovechas para demostrarle cuánto lo quieres: antes de ir a visitarlo paras en la pastelería y le llevas su postre favorito; cuando llegas a tu casa y te enteras que aún no ha comido, te ofreces cándidamente a prepararle su plato preferido, lo que sea que se le antoje; te quedas con él un viernes en el que todos tus amigos habían quedado en salir después de algún tiempo, todo para acompañarlo, para que no esté solito, y te echas a su costado a ver lo que él escoja: una pelea de box u otra de esas películas de sexo, drogas, carros y mafiosos. Todo esto y mucho más lo haces encantada, encantadísima, feliz de cuidar a tu gordito, porque pobrecito, ¡está enfermo!
Pero ¿qué pasa cuando ese resfrío de fin de semana se prolonga más, cuando ese ser indefenso se convierte en un monstruo tirano malhumorado, cuando ya no te pide ‘por favorcito’ que vayas a lavar su carro porque como él no lo está usando, está en la cochera acumulando tierra, sino que ahora te reclama a gritos que hayas olvidado pedir que lo enceren y que le echen silicona por dentro? Lo lógico: te colma la paciencia y te da ganas de mandarlo por un tubo, dejarlo solo en su cama convaleciente, con la esperanza –sí, siempre nosotras con la última esperanza- de que tu ausencia lo haga reflexionar y se dé cuenta de que enfermo y sin ti no es nadie.
Claro que no siempre es así. Hay veces en las que realmente está mal y no se trata de una tonta gripe; tampoco hay que menospreciar sus dolores y achaques. Cuando la situación es seria (supongamos que lo han tenido que operar por algo), claro que te preocupas y mucho, y estás ahí mordiéndote las uñas y haciendo tu mayor esfuerzo para no transmitirle tus temores.
Sin embargo, una vez que eso pasa, cuando ya está en casa, iniciando los varios días de descanso indicados por el médico, la situación cambia, ligeramente, pero cambia.
Los tres primeros días organizas lo que tienes que hacer (si es que no llegaste a cancelarlo todo) alrededor de él. Te la pasas todo el rato a su lado, pendiente de lo que necesita, preguntándole a cada hora cómo se siente, si tiene sed o hambre, si está cómodo, si tiene frío o calor… Estás a su total disposición, atenta a cualquier detalle.
Ya hacia el cuarto día, cuando a pesar de que ya no está adolorido, sigue actuando como si se le acabara de pasar el efecto de la anestesia, empiezas a hacerle menos caso. Claro, ni que fueras tonta, él está aprovechándose de la situación para acumular mimos y atenciones que le duren toda una vida. Y no es que a ti te fastidie engreírlo, pero todo en exceso aburre y, sobre todo en este caso, cansa.
Entonces, cuando de casualidad le rozas la zona operada y él grita, frunce el ceño, se molesta y te llama la atención, ya no te arrodillas pidiendo perdón una y otra vez y prometiendo que nunca más volverá a pasar. Ahora simplemente le dices “¡ay, sorry! No es para tanto, no seas una niña (aunque ni eso porque en estos casos las mujeres somos más fuertes)”, y sigues con lo tuyo como si nada hubiera pasado.
No es que seas una bruja, no. Es solo que tampoco vas a seguir tratándolo como un cristal cuando sabes que ya está bien. No vas a seguir llamándolo diez veces al día para preguntarle cómo va, si sabes que está en su casa pegado en alguna película o juego de PS2. No vas a poner en pausa tu vida durante los días que él tenga que reposar, porque no se trata de un enfermo terminal, sino de un accidentado en recuperación.
No es que sea egoísta, no. No estoy hablando de sacarlo momentáneamente de la figura como si fuera un estorbo, ni de aprovechar que no se puede mover para irte a juerguear con tus amigas. Tampoco, tampoco. Solo digo que hay que intentar mantener las cosas como antes, como siempre; teniendo un poco más de consideración, sí, pero sin llegar al punto de mal acostumbrarlo.
Recuerden que los hombres enfermos parecen niños y que, al igual que ellos, no hay que malcriarlos. A no ser que, bueno, tú quieras que la próxima vez que te dé una infección a la garganta o te dobles el tobillo, tu chico se quede velándote el sueño y pegado a tu cama como una planta oxigenándote (pero quitándole el aire a él).
PARA SU DELEITE
MATEMATICAS DEL ROMANCE
- hombre inteligente + mujer inteligente = romance
- hombre inteligente + mujer bruta = aventura
- hombre tonto + mujer inteligente = matrimonio
- hombre tonto + mujer tonta= embarazo no deseado
ARITMETICA DE OFICINA
- jefe inteligente + empleado inteligente= beneficio
- jefe inteligente +empleado tonto= produccion
- jefe tonto +empleado inteligente= ascenso
- jefe tonto + empleado tonto = horas extras
LO QUE TU Y YO DEBEMOS TENER!
- Suficiente felicidad para manternos alegres.
- Suficientes experiencias para mantenernos fuertes.
- Suficientes pesares para mantenernos Humanos.
- Suficiente esperanza para mantenernos Felices.
- Suficiente entusiamos para ver siempre adelante.
NUNCA TE CONFUNDAS LA TIERRA MAS FRAGIL ES LA DE MAS VALOR
En una pequeña vereda del Amazonas Vivía Soona, la cual su madre la llamaba Luna, Soona era de un grupo de indígenas llamados Yahu.
Soona era una niña muy especial a pesar de su corta edad, era muy madura, alegre y ayudaba a su madre a recoger la cosecha cada mañana; Soona es la mayor de 6 hermanos, los cuales ella cuida mientras todas las tardes su madre va a trabajar para poder conseguir un poco más de dinero para sus hijos, ya que era una madre soltera con seis bocas que alimentar.
El padre de Soona murió cuando su tercer hermanito nació, desde ese día Soona le ayuda a su madre en todas las actividades de la casa y cuidar a sus hermanos. Soona recibió una beca para estudiar en un colegio de la ciudad en la cual se iría a vivir con otra familia, su madre triste por su partida decidió que su hija lo mejor que podía hacer era irse de esta vereda donde su futuro no iba a avanzar por más que ella la amara. El día de su partida su madre lloro inconsolablemente, pero igual estaba contenta por el gran paso que tendría su hija, la despidió, le hizo un vestido en hilo que ella misma tejió, sus hermanos todos la abrazaban y ella también lloraba pero estaba contenta porque por fin podría vez libros, cuadernos, lápices y estudiar, como cualquier niña de su edad.
Pasaron los años y nunca se volvió a saber de esa hermosa niña, hasta que un día en el climax de la mañana se encontraba la madre de Soona como de costumbre recogiendo la cosecha cuando se acercó una hermosa, elegante mujer y le dijo; madre ya que soy profesional podremos irnos de esta vereda ya es hora de recompensarte todos estos años, la madre se levantó no parpadeaba y lo único que hizo fue abrazar a su hija que hace muchos años no veía.
Soona le conto que su vida en la ciudad fue muy dura por las burlas de los niños, porque se burlaban de su raza, porque era indígena y hablaba diferente a todos los demás niños, en su preparatoria era muy buena estudiante pero siguieron los problemas le hacían bromas, le tiraban chicles simplemente por ser diferente, pero ahora que es una de las mejores a bogadas del País, hizo una ley de igualdad de Etnia, en la cual debe haber tolerancia para cada uno de los grupos Étnicos.
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